Jan Lisiecki en el ciclo del Mozarteum
UN MAGNÍFICO RECITAL DE PIANO
El lunes 18 de Junio de 2018
Teatro Colón
Escribe: Carlos Ernesto Ure
Jan Lisiecki, piano.
Chopin:
- Nocturnos opus 55 N° 1 y N° 2 y opus 72 N° 1 y Scherzo N° 1, opus 20
- Schumann: “Nachtstücke”, opus 23
- Ravel: “Gaspard de la Nuit”, opus 30
- Rachmaninoff: “Morceaux de Fantasie”, opus 3. Jan Lisiecki, piano.
Luego de su anterior visita de 2015, Jan Lisiecki volvió a presentarse el lunes, en el Colón, en la temporada de abono del Mozarteum Argentino, y su labor resultó verdaderamente deslumbrante. Es que a los veintitrés años, el pianista canadiense, figura en continuo crecimiento, puso en evidencia una categoría técnica y artística de altísima calidad que bien puede hacer pensar en una carrera de máximo rango internacional en el futuro inmediato.
Notas plásticas
Lo primero que debe destacarse en el joven tecladista es la exquisitez de la pulsación en todas las intensidades. En efecto; sin perjuicio de la unidad del discurso, Lisiecki extrae de la percusión de cada tecla un sonido singular, caracterizado al mismo tiempo por una pureza y una plasticidad tímbrico-cromática absolutas. Ello le permite modelar cada nota y cada acorde enlazándolos a favor del desarrollo expresivo pretendido, don privilegiado que desde luego, muy pocos de sus colegas poseen.
Cabe agregar a ello un lenguaje invariablemente fino, sereno y controlado, fluida naturalidad en las gradaciones y un mensaje profundamente comunicativo a través de una suerte de sensibilidad reflexiva, para distinguir este recital consagrado a la Noche (“la noche como lugar de revelaciones”, según Novalis), francamente inusual también debido a algunas de las obras elegidas.
En esta dirección nuestro visitante, cuya familia es de origen polaco, abordó las “Nachtstücke” (“Piezas Nocturnas”), de Schumann, inspiradas en el mundo fantástico de Ernst T.A. Hoffmann, y su versión, de bella paleta colorística, mostró delicado juego dialéctico e intertextualidades manejadas con perfecto dominio del todo. Luego, en “Gaspard de la Nuit”, de Ravel, tres poemas para piano sobre versos de Aloysius Bertrand, Lisiecki lució metal de esmaltada transparencia, arpegios y escalas, perlados y trémolos alados (“Ondine”), impecable tensión (“Le Gibet”) y en los pasajes de mayor velocidad (“Scarbo”) arabescos y articulación de transparencia decididamente notable.
Chopin, romántico
Maestro asimismo en el apagamiento del sonido, siempre sin partituras, y abusando un poco tal vez de pianos y pianíssimos de muy rico espectro, el pianista del Norte hizo oír igualmente un trabajo juvenil de Rachmaninov (“Morceaux de Fantasie”), “cinco piezas para piano” que no se inscriben sin duda entre lo mejor de su autor, y en cuyo transcurso, sin salirse de su tendencia generalmente introspectiva, aportó los énfasis necesarios, en un marco de reverberaciones envolventes.
En lo que hace a Chopin, las variables expresivas ofrecieron modalidades atrayentes, siempre dentro del mismo enfoque estético, de un romanticismo cálido, de sentida interioridad. Claroscuros, “ritenuti”, pausas y silencios enhebrados en un arco coherente identificaron a los tres Nocturnos, mientras que vigorosos acentos y vibraciones, síncopas y un encuadre siempre bien moldeado definió al Scherzo opus 20, al mismo tiempo poético y agitado. Con la nocturnidad como hilo conductor pero en ningún momento sombría, fue una velada plena de luz.
Calificación: excelente
Carlos Ernesto Ure